Montería

Cuando el agua sacude los cimientos: la crisis en Nuevo Reino-Leticia y la urgencia de transformar la gestión del riesgo en Montería

Las intensas lluvias que azotan en estos días al departamento de Córdoba han dejado en evidencia, una vez más, la vulnerabilidad de comunidades rurales como Nuevo Reino —en Leticia, municipio de Montería— que luchan contra crecientes de caños y quebradas, y cuyos daños se multiplican con cada temporada lluviosa. Según reportes recientes, aproximadamente 400 familias en ese corregimiento han sido afectadas por inundaciones durante la madrugada, con pérdidas materiales, viviendas anegadas y un impacto social muy importante.

Una emergencia recurrente: panorama local y regional

El fenómeno no es aislado. En todo Córdoba, miles de personas resultan afectadas por desbordamientos, crecientes súbitas e inundaciones cada vez que caen lluvias fuertes. Para muchos habitantes, esto representa un ciclo: agua, pérdidas, ayudas, reconstrucción… y luego otra lluvia que vuelve a revive el problema.
Nuevo Reino —Leticia— es un ejemplo claro de este círculo vicioso. Las casas muchas veces no fueron construidas con condiciones adecuadas para resistir inundaciones, los sistemas de drenaje y canales pluviales son insuficientes, y las alertas tempranas, cuando existen, no siempre llegan o no alcanzan a prevenir los daños.

¿Qué ha hecho la administración municipal? Respuestas, pero ¿suficientes?

Ante la crisis, las autoridades locales han activado el plan de emergencia: ayuda humanitaria, atención para damnificados, monitoreo, limpieza de canales y apoyo institucional. No obstante —y esto es clave— estas acciones son reactivas: responden al desastre, no lo previenen.
La experiencia indica que para reducir la repetición de emergencias, se requieren medidas estructurales: drenajes adecuados, mantenimiento constante de canales, planes de ordenamiento territorial, estudios de riesgo, y reubicación de viviendas en zonas vulnerables. En ese sentido, la ciudad de Montería ya cuenta con proyectos orientados a mitigar inundaciones —pero su ejecución es lenta y los recursos limitados.
La pregunta es: ¿cuándo esas medidas dejarán de ser promesas y se transformarán en realidades palpables que protejan a comunidades como Nuevo Reino?

Un impacto social más allá del agua

Las inundaciones no solo causan pérdidas materiales. Cuando el agua entra en casas, se lleva enseres, muebles, documentos, alimentos. También desestabiliza familias: niños sin escuela temporalmente, adultos sin ingresos si sus cultivos o trabajo se ven afectados, personas enfermas por agua contaminada, desplazamientos internos, trauma emocional.
En territorios rurales —donde la economía y la infraestructura ya son frágiles— estos impactos multiplican la vulnerabilidad. Si a eso se suma una respuesta institucional débil, las consecuencias sociales se alargan en el tiempo.

De la reacción a la prevención: la realidad de lo necesario

Para romper este ciclo, es indispensable cambiar el enfoque: de reaccionar tras la emergencia, a prevenirla. Esto implica:
• Diagnosticar zonas vulnerables y redefinir planes de ordenamiento territorial.
• Construir drenajes, canales, obras pluviales, zonas de retención, drenajes urbanos-rurales.
• Educación comunitaria: explicar riesgos, promover prácticas de autocuidado, limpieza de canales, no obstruir cauces.
• Sistemas de alerta temprana eficaces y comunicación clara con la comunidad.
• Políticas de vivienda digna: que las casas sean construidas o adaptadas para resistir inundaciones.
Estos no son lujos: son medidas de supervivencia colectiva.

Llamado urgente: para autoridades, instituciones y comunidades

La tragedia en Nuevo Reino debe servir como alarma. No puede convertirse en una nota pasajera. Si cada lluvia representa un peligro latente, es momento de pasar de los anuncios a los actos. Las instituciones deben priorizar recursos, acelerar proyectos y reconocer que la seguridad de miles de familias depende de decisiones concretas.
Pero también la comunidad tiene un papel: denunciar zonas de riesgo, evitar obstrucciones en canales, apoyar medidas de prevención, exigir transparencia y seguimiento. La resiliencia no depende solo del Estado, sino del compromiso de todos.

Conclusión: un momento crítico para replantear el futuro

Las inundaciones en Nuevo Reino —Leticia— no son hechos aislados ni accidentes fortuitos. Son el resultado de una combinación de clima, pobreza, infraestructura insuficiente y abandono estructural. Pero también son una oportunidad. Una oportunidad para reconstruir con inteligencia, para planear con responsabilidad, para proteger vidas con previsión.
Si Montería y Córdoba deciden aprovechar este momento, pueden cambiar no solo el destino de una comunidad, sino el rumbo de muchas. Que la emergencia no se apague con el agua, sino que encienda la voluntad de prevenir, proteger y dignificar la vida de quienes día a día enfrentan la vulnerabilidad.

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