Política

Entre luces, villancicos y votos: la campaña de Edgardo Espitia apuesta por la Navidad para abrir su sede en Montería

Montería, diciembre. La apertura de una sede de campaña suele ser un acto rutinario dentro del calendario electoral. Sin embargo, cuando ese momento se reviste de luces, música y un show navideño abierto a la comunidad, el hecho adquiere una dimensión política y simbólica que merece un análisis más profundo. Es el caso de la inauguración de la sede del aspirante al Senado Edgardo Miguel Espitia, programada en el barrio Costa de Oro, donde la campaña ha decidido combinar el lanzamiento de su estructura territorial con una celebración propia de la temporada decembrina.

La estrategia no es menor ni improvisada. En un contexto donde la saturación de mensajes políticos genera apatía y desinterés ciudadano, los equipos de campaña buscan nuevas formas de conectar emocionalmente con el electorado. La Navidad, asociada culturalmente con unión familiar, esperanza y cercanía comunitaria, se convierte así en un escenario atractivo para reforzar la imagen de un candidato que pretende mostrarse próximo a la gente y sensible a las tradiciones locales.

Desde una perspectiva periodística, el evento plantea varias lecturas. Por un lado, puede interpretarse como un intento legítimo de dinamizar la participación ciudadana y acercar la política a espacios menos formales, rompiendo con el discurso rígido que históricamente ha alejado a muchos votantes. En barrios populares como Costa de Oro, este tipo de actividades suelen convocar a familias enteras y generar encuentros comunitarios que, más allá del mensaje electoral, fortalecen la vida social del sector.

No obstante, también surgen interrogantes inevitables sobre los límites entre lo festivo y lo proselitista. La utilización de un show navideño como marco para un acto de campaña abre el debate sobre hasta qué punto la emoción colectiva de la temporada puede influir en la percepción del candidato y condicionar el juicio político de los asistentes. En tiempos preelectorales, cada gesto público es observado con lupa, y la mezcla entre entretenimiento y aspiraciones políticas suele dividir opiniones.

El caso de Espitia refleja una tendencia cada vez más común en la política regional y nacional: campañas que apuestan por la experiencia antes que por el discurso técnico. La inauguración de una sede deja de ser un simple trámite organizativo para convertirse en un evento mediático, pensado para redes sociales, fotografías y videos que amplíen el alcance del mensaje más allá del lugar físico. En ese sentido, el show navideño cumple una función clara de visibilidad y recordación del nombre del candidato.

Sin embargo, el verdadero impacto de este tipo de actos no se mide solo en asistencia o aplausos. La pregunta de fondo es si estas estrategias logran traducirse en un debate más profundo sobre las propuestas legislativas, los problemas estructurales del departamento y el papel que un senador debe jugar en el Congreso. La cercanía simbólica que generan estos eventos debe, tarde o temprano, sostenerse con contenido político y compromisos claros frente al electorado.

En conclusión, la inauguración de la sede de campaña de Edgardo Espitia con un show navideño no es un hecho aislado ni meramente anecdótico. Es una muestra de cómo la política contemporánea busca adaptarse a los tiempos, a las emociones colectivas y a las dinámicas sociales de cada territorio. Para los ciudadanos y para los medios, el reto está en mirar más allá del espectáculo y evaluar si, detrás de las luces y la música, existe una propuesta sólida capaz de responder a las necesidades reales de Córdoba y del país.

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