Criar un pavo: el negocio que parece sencillo, pero esconde costos que pocos calculan

Criar un pavo puede sonar como una alternativa rentable —sobre todo en épocas festivas, cuando la demanda aumenta—, pero el proceso real revela un panorama muy distinto. Detrás del ave que llega a la mesa hay costos que muchos productores principiantes suelen subestimar, y que determinan si la experiencia será una inversión inteligente o un gasto que supera las expectativas.
El primer desembolso es la compra del animal. Dependiendo de la genética, edad y peso, un pavo joven puede adquirirse a precios que oscilan entre niveles económicos y otros considerablemente más elevados cuando se trata de ejemplares con mejor desarrollo y doble pechuga. A esto se suma el alimento, que es el componente más costoso del proceso: un pavo en crecimiento requiere concentrado de buena calidad, y los precios de estos insumos han aumentado en los últimos años, afectando directamente la rentabilidad.
Pero no todo es comida. La crianza exige espacio amplio, instalaciones limpias, control de temperatura y un manejo sanitario riguroso para evitar enfermedades respiratorias o gastrointestinales. Cada uno de estos factores implica gastos adicionales y una dedicación constante que muchos no consideran antes de iniciar la crianza.
Este escenario deja una conclusión clara: criar un pavo no es solo comprarlo y alimentarlo. Es un proyecto productivo que requiere planificación, espacio y compromiso. Para quienes buscan un ingreso extra o una alternativa de autoabastecimiento, puede ser viable. Pero para quienes solo desean ahorrar dinero en la cena festiva, la crianza suele salir más cara que comprar el producto final ya procesado.
La decisión final debe basarse en algo más que ilusión: debe considerar el tiempo, los recursos y los costos reales que un animal de estas características demanda. Solo así se podrá determinar si es una oportunidad rentable o un gasto disfrazado de emprendimiento.



