El sacudón que despertó a Córdoba: un temblor lejano que expuso una vulnerabilidad cercana

El fuerte temblor que se registró este miércoles en horas de la madrugada volvió a poner a Colombia en estado de alerta. Aunque el epicentro se localizó en la tradicionalmente activa zona sísmica de Los Santos, en Santander, la onda expansiva recorrió más de mil kilómetros y alcanzó a sentirse en varias regiones del país, incluida Córdoba. Este fenómeno, que a primera vista podría parecer inusual, dejó ver una realidad que muchas veces se pasa por alto: la costa Caribe, pese a su relativa distancia de los focos sísmicos más conocidos, no es ajena a los efectos de los movimientos telúricos.
Según los primeros reportes del Servicio Geológico Colombiano (SGC), el sismo ocurrió durante la madrugada y tuvo una magnitud intermedia, pero con una profundidad considerable. Esa combinación hizo que el movimiento se percibiera con claridad en ciudades como Montería, Planeta Rica, Lorica y otras poblaciones cordobesas, donde numerosos ciudadanos reportaron vibraciones leves pero constantes y, en algunos casos, crujidos en estructuras antiguas. Aunque no hubo daños materiales ni heridos, la sensación de incertidumbre fue suficiente para que la conversación pública cambiara de tono.
Lo ocurrido esta semana no es un hecho aislado, sino la confirmación de un patrón: los sismos de profundidad intermedia que se originan en la placa de Nazca pueden sentirse en casi todo el territorio nacional. Sin embargo, lo que se vivió en Córdoba llevó a algunos expertos a recordar que el departamento tiene zonas con suelos blandos, edificaciones antiguas o poco reforzadas, y comunidades vulnerables ante fenómenos naturales cuya magnitud es imposible de prever. En términos de gestión del riesgo, este tipo de eventos actúan como un llamado de atención disfrazado: no hubo daños esta vez, pero el riesgo existe y necesita ser atendido.
A nivel institucional, organismos como las oficinas municipales de gestión del riesgo emitieron comunicados breves recordando la importancia de mantener la calma y seguir los protocolos de evacuación en caso de emergencias futuras. Sin embargo, persiste una brecha evidente: la prevención en Colombia suele ser reactiva, y es justamente en departamentos como Córdoba —donde la sismicidad no es cotidiana— donde la pedagogía sobre desastres naturales es más urgente.
El sismo también abrió un debate ciudadano sobre la calidad de las construcciones, especialmente en zonas rurales y en barrios periféricos de Montería. Muchos habitantes expresaron en redes sociales su preocupación por la solidez de sus viviendas, mientras otros pidieron mayor atención estatal para revisar estructuras antiguas, colegios y centros de salud. La discusión, que en ocasiones se limita a las ciudades del interior del país, ahora toca con fuerza las puertas del Caribe.
Aunque el temblor fue breve, su impacto en la conversación pública es profundo. Lo sucedido deja dos conclusiones claras. La primera: Colombia es un país sísmicamente activo, y ningún departamento está completamente exento de sentir un movimiento telúrico. La segunda: la prevención no puede depender de la frecuencia con la que se experimentan estos fenómenos, sino de la capacidad institucional y ciudadana para entender el riesgo y reducirlo.
Córdoba, que no amaneció con daños visibles, sí despertó con un mensaje que no debe ser ignorado: incluso los temblores que nacen lejos pueden sacudir realidades muy cercanas. Y es precisamente en esa distancia —entre lo que ocurre bajo la tierra y lo que vivimos en superficie— donde se define la verdadera preparación de un territorio.



