Rescate de Miguel Ayala revive el drama del secuestro en Colombia: ¿cuánto vale una vida?
La liberación de Miguel Ayala — hijo del cantante Giovanny Ayala — y su mánager representa un alivio nacional, pero también reabre preguntas incómodas sobre la seguridad, la violencia y el riesgo de moverse en ciertas regiones del país. Tras dos semanas de angustia, una operación liderada por el GAULA Policía Nacional y apoyada por la Fuerza Aérea devolvió la libertad a los jóvenes, sin que se haya pagado rescate, según informó el presidente Gustavo Petro.
El secuestro, ocurrido la noche del 18 de noviembre en la vía Panamericana, en el Cauca, puso en evidencia nuevamente uno de los problemas estructurales del país: la vulnerabilidad de cualquier ciudadano —no solo de figuras públicas— al crimen organizado en trayectos rutinarios.
Más allá del resultado positivo, el hecho obliga a reflexionar: ¿qué tan segura es la movilidad interregional en Colombia? ¿Qué garantías hay para quienes transitan por zonas de riesgo? Que un hijo de alguien reconocido como Giovanny haya sido secuestrado debería servir como alerta sobre cuántas otras historias quizás no trascienden, cuántas víctimas pasan desapercibidas en silencio.
Para muchos, la operación exitosa de rescate renueva la confianza en las fuerzas públicas. Pero también deja claro que mientras la violencia y la criminalidad sigan actuando en carreteras y zonas rurales, ninguna vida está garantizada. La impunidad, la falta de control territorial y la inseguridad logística siguen siendo un lastre que amenaza con opacar lo que debería ser un derecho básico: transitar sin miedo.
Finalmente, este episodio deja una moraleja triste pero necesaria: la libertad y la vida no pueden medirse en dinero, y exigir justicia y protección debe ser prioridad en un país que aspira a dejar atrás décadas de violencia. La movilización social, la exigencia de seguridad real, y la vigilancia de quienes gobiernan —local o nacionalmente— son condición indispensable para que tragedias como esta no se repitan.
