Colombia en la élite, pero con retos pendientes: lo que revela el nuevo ranking FIFA femenino

La más reciente actualización del ranking FIFA femenino volvió a poner a la Selección Colombia en el radar del fútbol mundial. Ubicarse dentro del top 20 de las mejores selecciones del planeta no es un dato menor para un país donde, durante décadas, el fútbol femenino luchó contra el olvido institucional, la falta de inversión y la escasa visibilidad mediática. Sin embargo, más allá de la cifra y la posición exacta, el escalafón abre una discusión más profunda sobre el presente y el futuro del proyecto deportivo nacional.
El ranking, liderado nuevamente por potencias históricas como España y Estados Unidos, confirma una tendencia clara: el fútbol femenino global es cada vez más competitivo y exigente. Para Colombia, mantenerse en ese grupo privilegiado representa un reconocimiento al talento de sus jugadoras y al impacto de resultados recientes en torneos internacionales. No obstante, el leve descenso de posiciones frente a la medición anterior también funciona como una alerta temprana: el crecimiento no es lineal y cualquier estancamiento puede pasar factura.
Desde una perspectiva periodística, el ranking debe leerse como una herramienta de análisis, no como un simple motivo de celebración o preocupación. La Selección Colombia ha demostrado carácter, calidad técnica y capacidad para competir de tú a tú con selecciones tradicionales, pero también ha evidenciado falencias estructurales que van más allá del terreno de juego. La irregularidad en el calendario internacional, la limitada preparación frente a rivales de alto nivel y las dificultades internas de la liga local inciden directamente en el rendimiento y, por ende, en la puntuación FIFA.
El contexto internacional tampoco da tregua. Países que antes no figuraban entre los protagonistas hoy avanzan con proyectos sólidos, respaldados por fuertes inversiones, ligas competitivas y procesos de formación a largo plazo. En ese escenario, Colombia no solo debe defender su lugar, sino reinventarse constantemente para no perder terreno. El ranking refleja esa carrera silenciosa donde cada partido, cada fecha FIFA y cada decisión administrativa cuenta.
Para las jugadoras, este posicionamiento es una validación de años de esfuerzo, muchas veces en condiciones desiguales frente a otras selecciones. Para el país, en cambio, debería ser un llamado a la coherencia: no se puede exigir resultados de élite sin garantizar condiciones de élite. El crecimiento del fútbol femenino colombiano necesita políticas sostenidas, inversión real y una visión que trascienda los ciclos electorales y los éxitos momentáneos.
El nuevo ranking FIFA no define el futuro, pero sí marca el punto exacto donde se encuentra Colombia hoy: reconocida, respetada y competitiva, pero aún en construcción. El verdadero desafío no es subir o bajar un par de puestos, sino consolidar un proyecto que permita que la Tricolor femenina no sea una sorpresa ocasional, sino una presencia permanente entre las mejores del mundo. Porque en el fútbol, como en la vida, llegar es importante, pero sostenerse es lo que realmente define a los grandes.



