Crisis en el Ministerio de Igualdad: la caída de un viceministro por insultos a la familia presidencial

La tensión política dentro del Ministerio de Igualdad desembocó esta semana en una de las salidas más abruptas de un alto funcionario del Gobierno. Dumar David Guevara Turriago, hasta ayer viceministro de Igualdad, dejó el cargo tras la filtración de unos chats de WhatsApp en los que insultaba a Andrea Petro y a su madre, Mary Luz Herrán. En los mensajes, cargados de expresiones soeces e improperios, el funcionario calificaba a ambas de “descaradas” y utilizaba lenguaje ofensivo que rápidamente desató un escándalo nacional.
La crisis no tardó en escalar hacia la Casa de Nariño. Según fuentes internas consultadas por la prensa, el presidente Gustavo Petro habría reaccionado de inmediato apenas conoció el contenido de los chats, manifestando su molestia y pidiendo directamente la renuncia del viceministro. La instrucción habría sido comunicada al ministro de Igualdad, Juan Carlos Florián, quien procedió a notificar la decisión. Guevara no volvió a presentarse en su oficina y su salida del cargo se dio por consumada.
Más allá del insulto, el contenido de los mensajes revela dinámicas internas preocupantes dentro del Ministerio. En los chats, el viceministro advertía que no quería que el ministro “se quemara” saludando a Andrea Petro en una visita al despacho, e incluso aseguraba que se encargaría de “dejarlas mal”, en referencia a la hija y a la expareja del presidente. Esa afirmación, más allá de su gravedad ética, expone un ambiente de desconfianza y tensiones políticas dentro de una cartera que, paradójicamente, está llamada a promover el respeto, la igualdad y la no discriminación.
La respuesta de Andrea Petro fue prudente y se centró en un mensaje de principios: recordó que nadie merece ser tratado con insultos y que el respeto en el lenguaje es un valor fundamental en lo público y lo privado. Mary Luz Herrán, por su parte, lamentó la vulnerabilidad que enfrentan como familia frente a este tipo de ataques. Aunque el presidente Petro no emitió un pronunciamiento oficial, en su círculo cercano la situación fue considerada inaceptable. Que un alto funcionario del Estado, encargado de diseñar políticas para poblaciones históricamente vulneradas, incurriera en ataques personales contra la familia presidencial, resultó incompatible con la permanencia en el cargo.
Este episodio vuelve a encender el debate sobre los límites del comportamiento público de los funcionarios, especialmente en un país donde la dignidad y el respeto siguen siendo demandas urgentes. También pone en evidencia la fragilidad institucional del Ministerio de Igualdad, que ha enfrentado polémicas desde su creación. La salida de Guevara no solo corta una crisis inmediata, sino que obliga a la cartera a revisar sus procesos internos, sus criterios de selección de altos cargos y su coherencia ética frente al mensaje que pretende transmitir al país.
En un Gobierno donde la comunicación, el lenguaje y el comportamiento personal tienen un peso político considerable, el caso del viceministro Guevara se convierte en una señal de advertencia: los altos funcionarios no solo representan a una institución, sino a los valores que esta dice defender. La caída de un viceministro por insultos podría parecer un episodio menor en medio del panorama nacional, pero en realidad toca un punto neurálgico: la necesidad de restaurar la credibilidad de las instituciones desde la palabra, el respeto y la coherencia.



